Nuestra Hna. M. Josefina Rabella y Huguet ha muerto, hoy, 23 de septiembre de 2023, cuando tocaban a completas. Dejáis que vuestro sirviente, vuestra sirvienta, se vaya en paz como le habíais prometido.
Después de unos años a la enfermería por la vejez y la enfermedad, agradecida por las atenciones recibidas de hermanas, cuidadores y cuidadoras, ha marchado para recibir el abrazo eterno de Cristo que ha sido la razón de su vivir, la Vida de su vida.
Nació el 5 de agosto del 1924 en Barcelona. Rercibió el bautismo el 31 de agosto del 1924. Hija de Fernando y Ramona, tuvo un hermano, Joan. Recibió las primeras enseñanzas en el Colegio de las Dominicas de la Anunciata hasta el año 1936 que estalló la guerra.
A los cuatro años estuvo muy grave de salud a causa de una bronco-neumonía y fue curada por intercesión del P. Coll, fundador de las Dominicas de la Anunciata. Ella siempre lo consideró una gracia.
Hizo la primera comunión a los ocho años, junto con su hermano, en privado, al altar de St. Josep Oriol a la parroquia del Pi. En el día siguiente, oficialmente, en su colegio.
La guerra civil española y la post-guerra, fueron para ella y para toda la familia, explicaba, de verdadera angustia, de miedo y de mucha dureza.
Entre los años 1938 y 1943, hace los siete cursos de Bachillerato, y en el año 1946, obtenía el Título de Magisterio en el Instituto de la “Cultura de la Mujer” . Trabajó un año en una escuela parroquial. Desprendido en la Escuela “Tomàs Luis de Vitoria” hasta su entrada al monasterio.
Su trabajo como maestra la llenaba mucho, y lo hacía con amor y dedicación. Las tardes de los domingos hacía catequesis a la parroquia de Belén y más tarde en San Sebastián de Verderón. El Verderón, en aquel momento, era una barriada muy pobre donde no había ni iglesia, ni escuela, ni dispensario. La Eucaristía la celebraban en un rincón de un campo, el confesionario era una silla bajo una farola... La escuela era un barracón hecho de madera y los bancos, tablones de paleta. Siempre se sintió una chica libre. Sus padres la respetaron en todo momento.
Con el grupo de la parroquia visitó Roma, con motivo de la Canonización del Papa Pío X. También va fruir mucho, junto con el grupo parroquial, con amigos, y las colonias, haciendo viajes y excursiones.
El amor a la naturaleza y escuchar para sus adentros su mensaje, lo ayudaban a percibir la fidelidad del Creador y su amor a las cosas creadas.
Fue consciente que su vida siempre había sido llevada por Dios. Por su deseo de conocer la Biblia, asistió a cursillos sobre los evangelios, los salmos, y a conferencias que hablaran de temas sobre la vida interior.
Más tarde, por buenas amigas, entró en contacto con el Montserrat monástico y litúrgico. Así tuvo relación con el P. Josep M. Gassó, que la fue introduciendo en la vida monástica y le habló del monasterio de Sant Benet de Montserrat.
El 1956, habló por primera vez con la Madre abadesa M. Cecilia Boquè, y, habiendo muerto sus padres, el día 26 de mayo de 1969 entraba al monasterio, tenía 44 años. Hizo su profesión temporal el 23 de julio de 1971 y la profesión solemne el 21 de septiembre de 1974, acompañada por su familia. Recibió formación bíblica, litúrgica y monástica. Era una mujer de honda plegaria, inteligente, sabia, y próxima, siempre a punto de dar razón de su fe y de su vivir monástico.
En la comunidad ha estado priora, consejera, sacristana, cerimoniera, hospedera, responsable de la enfermería y de la despensa, secretaria capitular y federal... Siempre dispuesta a servir la comunidad.
Ha pasado haciendo el bien a muchas personas, también a través de internet, haciéndose próxima y tejiendo verdaderos vínculos de amistad.
Sus sobrinas, familia y la comunidad que tanto lo hemos querido, la echaremos de menos. Os la confiamos a vuestro recuerdo y que ella nos sea intercesora, para hacer nosotros el camino de vida como ella ha hecho.